jueves, 12 de junio de 2014

La leyenda de Ometepetl

“Hace muchos siglos, no existía la Isla de Ometepe, ni el Lago Cocibolca. Solamente un extenso Valle, llamado por los indígenas Coapolca.


Los alrededores del valle eran habitados por diferentes tribus: Chorotegas, Niquiranos, Chontales, Nangrandanos. En la tribu Niquirana había una bella princesa llmada Ometepetl. Esbelta, ojos negros, cabellos lacios y largos, y de mirada encantadora.

En la tribu vecina, los Nagrandanos, habitaba un joven llamado Nagrando, de cuerpo fornido, gran guerrero y buen cazador.

Las familias de lo dos jóvenes eran enemigos a muerte. Una tarde de verano, Nagrando se encontró con la bella Ometepetl en el paradisíaco Valle, y los dos se enamoraron a primera vista. Siguieron viéndose a escondidas, pero en uno de estos encuentros furtivos, fueron descubiertos por el padre de Ometepetl, el cual, enfurecido, mandó a un grupo de cazadores y guerreros a perseguir a los enamorados para que trajesen cautiva a la joven y dieran muerte a Nagrando.


La pareja, sabiendo que los perseguían y que la muerte era inminente, decidieron quitarse la vida. Se oscureció el cielo, cayó un torrencial aguacero, formándose así, el Lago Cocibolca, la princesa Ometepetl cayó muerta boca arriba, en dirección Este-Oeste y le fueron crecieron los pechos, hasta formarse dos volcanes: el Concepción y el Maderas, que unidos forman la mágica isla de Ometepe”

Volcán Concepcíón

Ometepe, tierra de indios Chorotegas y Náhuatl (Ometepetl significa en náhuatl dos (ome) cerros (tepetl)), isla mágica donde las haya, la panorámica a su llegada es sobrecogedora, dos volcanes enormes Concepción (1610m) y Maderas (1394m) surgiendo del agua dulce del lago Cocibolca, reteniendo las nubes en sus cumbres, como retiene el pianista las melodías entre sus dedos, como retando al visitante, “ven, ¡cógelas!”.





 El barco estaciona en Moyogalpa, principal ciudad de la isla, una pequeña población con penetrantes subidas a las faldas del volcán Concepción, todavía activo, llorando la muerte de su amado, y con una entrañable bahía, mirando a Rivas, en la que sus habitantes lavan las ropas, los niños se bañan saltando desde el muelle y los ganaderos pasean sus animales para otorgarles agua que sacie su sed.



                                                        
Puerto de Moyogalpa



Laguna de Charco Verde

Camino al segundo pecho de Ometepetl, paramos en dos preciosos lugares, la Laguna de Charco Verde (parada forzosa por el pinchazo del transporte) paradisíaca playa privatizada por el capital americano, y el Ojo de Agua, piscina de aguas termales con grandes propiedades minerales. En el camino observamos gran cantidad de aves como la Urraca copetona (Calocitta formosa), muy abundante en la isla, y reptiles como la Corredora de siete rayas (Ameiva festiva). En el Ojo de Agua pasamos gran parte de la tarde, conocemos las artesanías que producen los nativos con la calabaza o jícaro, las hojas de guineo, … y además perdemos el bus dirección Mérida, poblado a las faldas del Maderas. Como solución paramos un minibús que se dirigía a la Laguna de Charco Verde y tras una negociación prolongada accede a llevarnos a Mérida.
Urraca copetona (Calocitta formosa)
Corredora de siete rayas (Ameiva festiva)

 










En Mérida el atardecer es de película, el cuerpo humano se queda sin palabras, sin habla, como cuando estas cara a cara con la persona que tanto deseas y no sabes cómo reaccionar, como cuando escuchas por primera vez el rif de la guitarra de Hendrix o el pesimismo del piano de Schubert. Un cielo pintado por el mismísimo Turner, caótico y ordenado al mismo tiempo, el agua del lago reflejando cada uno de los pigmentos que destella el Sol decadente, dando paso a la Luna, mostrándole al cielo su belleza, como el espejo de la musa griega que peina sus negros cabellos rizados mientras espera al viajero.







En el segundo día realizamos una de las primeras rutas por bosque nuboso, ascendemos hasta la Cascada de San Ramón, a más de 1000m de altitud. El clima ayuda, pues las nubes esconden el Sol durante casi toda la ascensión, 4km desde Mérida a San Ramón, terreno llano. En San Ramón empieza el espectáculo, una senda de 3km delimitada por multitud de árboles a uno y otro lado, el inicio parece duro, pero nada inesperado, los últimos 2km son la clave: selva, árboles y más árboles, plantas, papagayos, urracas, monos, lagartos, humedad (hasta no poder respirar) y sudor, el pulso a mil, el cuerpo sufriendo, pero pidiendo más, como el enamorado que sabe que su amor tiene fecha de caducidad pero aun así quiere continuar, porque sabe que lo bonito es el trayecto y no el destino, sabe que por mucho que vaya a acabar pronto, lo que puede vivir durante el amor no lo cambiará por nada. Así se siente el cuerpo, pidiendo esa adrenalina que le da el amor y el sexo, pidiendo sufrir, pidiendo un esfuerzo más, sudor resbalando por la frente, la barba y la camiseta empapadas, los dedos goteando toxinas disueltas en agua. Últimos metros, el aire ya no entra en los pulmones, o eso parece, las piernas comienzan a flojear, la glucosa ya no es suficiente para accionar las fibras de actina en los músculos e impulsar el cuerpo un paso más, pero el sonido del agua hace que se exprima hasta el último gramo de energía y se llegue al paraíso, unos 50m de descenso brusco de agua, la pared brillando iluminando el baile de los rayos de Sol con el agua, el corazón latiendo fuerte y rápido, como en esas noches, y los ojos indecisos, no saben si llorar o no, por no querer perderse ni un segundo esa maravilla de la naturaleza. Como dijo un gran compañero, la diferencia entre la droga y el deporte, es que al día siguiente de haberte drogado te sientes como una mierda, en cambio después de sufrir y descargar adrenalina con el deporte te sientes poderoso, y con ganas de más.



La segunda noche la pasamos en Santo Domingo, cerca de una preciosa playa y del punto más estrecho de la isla, donde pasa el río Istiam. Intentamos realizar un paseo por el río en busca de fauna, pero nos encontramos ante una sequedad apabullante, el fenómeno del Niño causa estragos y solo observamos garzas, jacana centro americana, algunos reptiles y mucha sequedad, la tierra negra y cuarteada, las raíces de los árboles elevadas, sin comprender porque se separan tanto del suelo si el agua se absorbe por la tierra y no por el cielo.




Partimos hacia casa de nuevo con el ferry, quedando muchos retos por delante: ascensión a la cumbre de uno de los dos volcanes, visitar Altagracia, el río Istiam en pleno esplendor… volveremos.

Acabamos este pequeño viaje con un trayecto de más de una hora por la panamericana en la parte trasera de una camioneta, pensando, en la oscuridad de la noche, sobre la leyenda de Ometpetl, el aire golpeando la cara, como golpearon los jóvenes indígenas sus corazones ante la imposibilidad de su amor. ¿Vale la pena vivir enamorado y apartado del amor?



1 comentario:

  1. Nos encantan tus palabras y aunque tu padre las lee con las lágrimas en los ojos, los dos disfrutamos con tus comentarios y con tus bellas imágenes, que nos gustaría ver in situ. Disfruta de tu gran experiencia como nosotros nos sentimos felices de verte a ti tan contento.

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