viernes, 22 de agosto de 2014

Después… no esperaremos nada a cambio

Después de recibir una amenaza de denuncia si no borraba cierta publicación del blog, después de caer al pozo y, como siempre, volver a rebrotar cuando ni yo mismo tenía expectativas de ello, después de acariciar en sueños la tersa piel de la nostalgia, después de leer en una semana Eduardo Galeano y sus (todavía) venas abiertas, Lenin y sus tesis sobre el estado, pasando por Gioconda Belli y su femenino país, después de empaparme bajo la lluvia tropical, después de cantar con los coyotes y de recorrer la ciudad de madrugada junto a los perros delgados y sucios…  después de todo, y lo que queda sin contar, vuelvo a teclear sobre la opaca carcasa de la computadora para demostrar(me) que sigo vivo, aprendiendo y aportando mi semilla a las ondas del viento viajero.






Como el viento, recorrimos el valle y las quebradas circundantes al lago Xolotlan, al inmenso volcán Momotombo, para adentrarnos en el corredor seco del país, a espaldas de la cordillera de los Maribios, capitaneada por la hermosa antigua colonial ciudad de León. Como en las otras dos ciudades que fueron capital del estado nicaragüense en algún momento de la historia (Granada y Managua) la ciudad de los poetas alberga un clima caluroso, casi infernal, que alienta al peatón a consumir continuamente raspados (hielo con infinitos siropes). León es la ciudad en la que nacieron los dos mejores poetas del país, Don Rubén Darío y Don Alfonso Cortés, locos, bohemios, borrachos, genios y fieles clientes de la muerte y sus consultas de psicoanálisis. Además de estos dos poetas, fue cuna de otros tantos poetas de renombre (Salomón de la Selva, Azaría H. Pallais) y de una gran cantidad de iglesias de origen católico (recuerden que un 90% de la población nicaragüense es actualmente católica, el resto son evangélicos…). Sobre todas las construcciones religiosas destaca la enorme basílica de la Catedral, en el parque central. Allí descansa el cuerpo de Rubén, custodiado por el triste león, dicen que se encuentra en ese estado por su muerte, pero más bien se encontrará triste por estar encerrado en ese templo religioso y alejado de los cisnes, del vivo azul que pretendía borrar la oscuridad que tiñe la vida del hombre letrado, de los lagos que navegaba en las barras de la bohemia ciudad parisina. En la cúspide de la catedral se puede observar a cielo abierto una gran panorámica de la ciudad, entre el blanco pureo de las cúpulas que te hacen retroceder a tiempos de colonización y adoctrinamiento a sangre y espada.





Tiempos de esclavitud indígena, como la que sufrió Sutiava, una antigua comunidad indígena (hoy convertida en un barrio más de León) que continúa reclamando los derechos de su cultura nativa, sus tradiciones, su lengua, su identidad. Sutiava era una gran porción de territorio que albergaba a uno de los caciques importantes del país, el cacique Adiact, y que tras el terremoto y erupción del Momotombo en 1610, que destruyó la ciudad de León Viejo, prestó el Este de su territorio para asilar a la población colonial que había perdido todas sus estructuras. El agradecimiento de los colonos de León fue tan elegante como siempre ha demostrado el imperial estado español: invadió sus tierras, ahorcó al cacique, esclavizó a la población, explotó las tierras hasta secarlas e invadió la costa para construir puertos y lujosos ranchos a orillas del Pacífico. Pese a ello, en esta comunidad se puede visitar un museo sobre la cultura y la tradición indígena, decenas de murales alusivos a su continua lucha y una iglesia en la que su interior dibujan símbolos indígenas como el Sol entre dioses de túnica y aureola.










Volviendo al parque central, visitamos el museo revolucionario. Hay que recordar que León fue la primera gran ciudad liberada de la guerra civil revolucionaria de 1979 contra la tiranía somocista-yankee. En este museo contamos con la compañía de Marcelo, un exguerrillero que con tan solo 16 años se enroló a las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional y que con 17 comandaba una de las columnas de la ciudad frente a la reaccionaria Guardia Nacional. Nos cuenta con orgullo como Augusto Cesar Sandino y su ejército de hombres libres (de tan solo 30 hombres en sus inicios) acabó con más de 25.000 soldados estadounidenses, como un leonés (el héroe Rigoberto López) disfrazado de mesero acabó con la vida de uno de los Somoza, como los estudiantes y los trabajadores acudían juntos a las huelgas generales masivas por las calles de la ciudad, como los misiles caían sobre los tejados de caña y barro matando a mujeres y niños, como la Guardia Nacional acababa sistemáticamente con los jóvenes de entre 15 y 30 años, como cuando recuperaron el cuartel que hoy hace de museo encontraron en una sala de un metro cuadrado a 20 cadáveres asfixiados de militantes sandinistas… y como tras dos guerras, las tropas del frente de León marcharon el 18 de Julio hacia Managua para liberar la capital y el resto del país, a grito de ¡Patria libre o morir! (cumplieron aquello que decían: Somoza y los yankees nos la van a pagar).

Prisión de 1m x 1m




Por último emprendemos la marcha hacia el Cerro Negro, un volcán de cenizas volcánicas que ostenta el segundo puesto en el ranquin de volcanes más jóvenes del continente americano. Un auténtico desierto negro de coladas de lava volcánica y cenizas y rocas desprendidas por la violencia de las erupciones volcánicas de la zona. Desde la cumbre se pueden observar hermosas panorámicas del pacífico y la cordillera volcánica de los Maribios.










Una semana después realizamos una de las experiencias más indescriptibles hasta el momento. Con la colaboración del MARENA (Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales) y del equipo de la Reserva Natural de Chacocente, emprendemos el proyecto de ayudar en el conteo y vigilancia de las puestas de huevos de tortuga paslama (Lepidochelys olivacea) en una de las 7 playas a lo largo del mundo que alberga este acontecimiento. La escala de llegada de tortugas a la costa consta de tres categorías: solitarias (menos de 500 tortugas), moderada (de 500 a 999 tortugas) y arribada masiva (más de 1000 tortugas). En nuestro caso, y coincidiendo con la fase lunar de cuarto menguante (la fase lunar es un indicador de alta probabilidad para que entre los meses de Julio y Enero se produzcan arribadas masivas) se produce la primera arribada masiva de la temporada, y nuestro trabajo consiste en contar las tortugas que desovan en la playa y vigilar la frondosa espalda de la playa refugio del peor depredador de la tortuga, el hombre (son muchos los hueveros que se acercan a la playa para robar los huevos y venderlos después en el mercado negro). Pero gracias al gran trabajo del equipo del refugio (íntegramente compuesto por habitantes de las comunidades que forman la periferia de la Reserva) se ha conseguido que en esta zona la tortuga paslama haya pasado de estar en peligro de extinción a estar catalogado como vulnerable por la UICN, y que los datos de anidación que aportan a la ciencia sean de los más fiables para el estudio y seguimiento de la población.


Con una sensación totalmente nueva encaramos la segunda fase del proyecto, las pilas recargadas al máximo, y aunque dicen que las segundas partes nunca son buenas, nosotros, tras saltar mil barreras y muros que nos han construido en el camino, seguiremos creyendo en nosotros y en nuestro trabajo, seguiremos luchando cada día frente a la marginación, seguiremos mirando (y escupiendo) a los ojos a la burocracia y a la mercantilización de la empatía, seguiremos sacando sonrisas de un papel en blanco, seguiremos escribiendo raps combativos y poemas pesimistas, seguiremos brindando tras cada triunfo… sin esperar nada a cambio, seguiremos dignificando al pobre.
“La victoria tiene un precio elevado y triste: la alegría total. Por eso es patrimonio de las generaciones futuras” Carlos Fonseca Amador.



Diriamba 22/08/14