martes, 1 de julio de 2014

Ruta de los Pueblos Blancos

Catorce kilómetros, esa es la distancia que separa San Marcos de Catarina, dos poblados de los departamentos de Carazo y Masaya, respectivamente. Tras una semana planeando el viaje, nos decidimos a hacer el trayecto andando, recorriendo la conocida como Ruta de los Pueblos Blancos con los pies, pasando por todos y cada uno de los pueblos: San Marcos, Masatepe (cuna de la artesanía maderera), Nandasmo (y sus vistas a la laguna de Masaya), Niquinohomo (cuna de revolucionarios), San Juan de Oriente (y sus artesanos de la cerámica) y Catarina (con sus ojos puestos en la Laguna de Apoyo).


Llegamos Viernes a la noche a la ciudad de San Marcos, buscando hospedaje, todo parece caro, pero tenemos poco tiempo para decir, así que aceptamos dormir por unos excesivos 6$ (sobre todo si vas a ocupar el departamento única y exclusivamente durante 6 horas). El Sábado abandonamos la habitación a las 5 de la mañana, mientras el Sol calienta las gotas de la tormenta nocturna y rompe la oscuridad de la dictadura Lunar. Una rápida vista del pueblo de San Marcos, su iglesia, su parque central y dirección a Masatepe. La carretera es mucho más verde al paisaje al que estamos acostumbrados en Diriamba, durante el recorrido observamos como el Sol comienza a abrasar la piel, como los trabajadores ponen rumbo a sus oficios (el hambre no entiende de descanso), camiones repletos de plátanos verdes (futuros tostones), vendedoras de fruta y una llovizna que ayuda a reservar energías.

A las 7 de la mañana llegamos a Masatepe, después de 7km andando (parada para desayunar algo de fruta tropical incluida). A la llegada a la ciudad descubrimos que son la fiestas patronales, y que justo ese día alberga el tradicional desfile de hípica, pero es demasiado tarde para nuestro objetivo y decidimos partir hacia Nandasmo. No sin antes degustar la ancestral sopa de Mondongo, fotografiar las pintorescas calles y el colorido mercado.

Desde Masatepe hasta Nandasmo distinguimos la principal característica de la población de esta entrañable zona: la artesanía maderera. Incontables talleres, a ambos lados de la carretera, con numerosos muebles de madera, sillones, mecedoras, sofás, mesas…


En Nandasmo nos espera una de las maravillas naturales del viaje: la Laguna de Masaya. Una acumulación de agua de origen volcánico, antiguo cráter, que hoy alberga playas, peces y bañistas, pero que conserva los indígenas petroglifos. Los petroglifos son dibujos sobre piedra que realizaban los indios Chorotegas y Náhuatl, en estos dibujos se cuentan historias sobre la tradición indígena, como la caza, los animales que observaban, sus creencias, deidades… Aceptando que la cultura no es una mercancía con la cual se pueda comercializar, que debe de estar al acceso de todos y cada uno de los individuos de la Tierra, no se entiende cómo puede encontrarse un yacimiento de petroglifos bajo capital privado. No se puede consentir que ese bien cultural solo pueda ser estudiado por quien posea dinero, la cultura y el conocimiento son parte del pueblo, y solo él puede gestionarlo correctamente para el bien colectivo.



El siguiente núcleo poblacional en nuestra senda es Niquinohomo, territorio que vio nacer al revolucionario-luchador-guerrillero Augusto C. Sandino, padre del Ejército de Hombres Libres que no descansó hasta expulsar de terreno Nicaragüense al ejército invasor e imperialista de los Estados Unidos y hombre que sentó las bases de la lucha en la montaña Nicaragüense para el futuro Frente Sandinista de Liberación Nacional. 
Así, observamos dos estatuas dedicadas al guerrillero: el mencionado Sandino y William Ramírez Solórzano, recordando a los que lucharon como a héroes de la clase obrera, que dieron su vida por una causa justa, por una sociedad mejor, alejada de la explotación del hombre por el hombre, del enriquecimiento a costa de los demás, del beneficio de unos pocos con el sudor de unos muchos. Recordando a los que prefirieron enfrentarse de cara a la realidad, que mirar hacia otro lado, prefirieron señalar directamente a los culpables de tanta barbarie que camuflar con reformas la sangre proletaria; por ello perdieron su vida, pero no su memoria luchadora.




Llegando al final del recorrido visitamos los dos últimos pueblos: San Juan de Oriente y Catarina. El primero es la principal ciudad de la zona dedicada a la artesanía de la cerámica. Al igual que los talleres de madera en Masatepe, en San Juan de Oriente las calles están repletas de talleres de cerámica: vasijas, tazas, vasos, platos, cuadros, monolitos… Llama la atención la cerámica de motivos indígenas, quizá porque desde siempre me interesé por la cultura predecesora al sangriento colonialismo Europeo, porque siempre me sitúo al lado de los oprimidos, y ellos sufrieron una de las mayores masacres en la injusta historia de la humanidad. Esta cerámica de carácter indio rememora los dioses prohibidos por la cruz y la espada, el dios Sol, el dios del Maíz, el Jaguar, las aves coloridas, el Fuego, el Agua, la Luna, la Tierra…





Decidimos hacer noche en la orilla de la Laguna, y merece la pena. En el trayecto que realizamos desde Catarina hasta abajo no cesan de escucharse exclamaciones de los cuatro que componemos el grupo. Una vez a los pies del antiguo cráter (la Laguna de Apoyo es una de las lagunas cratéricas de Nicaragua, esto quiere decir que lo que actualmente se observa como Laguna fue anteriormente el cráter de un volcán, y que esa agua procede del interior de la Tierra y posee grandes y variedades propiedades minerales) volvemos a sentir interiormente la sensación de estar ante un cuadro de Pollock, no puedes creer que sea posible, el color del crepúsculo solar, las nubes naranjas, azules, lilas, rojas, amarillas y el agua del lago removiendo toda esta paleta y reflejando infinidad de formas indefinidas abiertas a la libre interpretación del observador. 

Es por eso, que en un atardecer, un enamorado puede ver el amor atravesando las nubes y recalando de forma suave en la superficie acuática, mientras un derrotado pesimista observa la crudeza de la vida en los oscuros tonos de la noche alcanzando su máximo esplendor. Y  es por este mismo motivo que uno decide dormir apenas unas horas, para ver de qué forma es capaz de interpretar el poeta el amanecer, ver como las conexiones entre el sistema ocular y el sistema límbico crean millones de moléculas que hacen acelerar el corazón, vasoconstreñir el sistema arterial, dilatar las pupilas, fomentar la excreción de sal por los conductos aledaños la ventana del ser humano… y el resultado es inenarrable. Por nada en el mundo cambiaría la sensación que se vive al escribir un poema pesimista, de nostalgia pura, sentado sobre un muelle de madera, en las aguas de una Laguna ancestral y solo, solo pero acompañado del aullar del mono congo, de los incipientes rayos de Sol, del aletear del colibrí entre los pétalos de la flor y del ave surcando las aguas en busca de alimento con escamas… acompañado de la inmensa soledad de la naturaleza, único medio en que un ser vivo alcanza su plenitud vital, donde se da cuenta uno de lo que quiere ser y de lo que quiere vivir.

Es precioso finalizar un viaje dejando que el bolígrafo fluya sobre el papel, que la mente dance como una condenada entre cábalas, pesadillas y sueños, que las palabras hagan florecer narraciones que para algunas (pocas) personas son el alivio tras la tormenta de lágrimas, que la simple conjunción de letras te permita acercarte a un lugar muy lejano, y sentir el abrazo, y escuchar las risas, y notar el tacto sobre tu rostro ansioso de nostálgicas caricias.




Diriamba 30/06/2014

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