Después
de recibir una amenaza de denuncia si no borraba cierta publicación del blog,
después de caer al pozo y, como siempre, volver a rebrotar cuando ni yo mismo
tenía expectativas de ello, después de acariciar en sueños la tersa piel de la
nostalgia, después de leer en una semana Eduardo Galeano y sus (todavía) venas
abiertas, Lenin y sus tesis sobre el estado, pasando por Gioconda Belli y su
femenino país, después de empaparme bajo la lluvia tropical, después de cantar
con los coyotes y de recorrer la ciudad de madrugada junto a los perros
delgados y sucios… después de todo, y lo
que queda sin contar, vuelvo a teclear sobre la opaca carcasa de la computadora
para demostrar(me) que sigo vivo, aprendiendo y aportando mi semilla a las
ondas del viento viajero.


Como
el viento, recorrimos el valle y las quebradas circundantes al lago Xolotlan,
al inmenso volcán Momotombo, para adentrarnos en el corredor seco del país, a
espaldas de la cordillera de los Maribios, capitaneada por la hermosa antigua
colonial ciudad de León. Como en las otras dos ciudades que fueron capital del
estado nicaragüense en algún momento de la historia (Granada y Managua) la
ciudad de los poetas alberga un clima caluroso, casi infernal, que alienta al peatón
a consumir continuamente raspados (hielo con infinitos siropes). León es la
ciudad en la que nacieron los dos mejores poetas del país, Don Rubén Darío y
Don Alfonso Cortés, locos, bohemios, borrachos, genios y fieles clientes de la
muerte y sus consultas de psicoanálisis. Además de estos dos poetas, fue cuna
de otros tantos poetas de renombre (Salomón de la Selva, Azaría H. Pallais) y
de una gran cantidad de iglesias de origen católico (recuerden que un 90% de la
población nicaragüense es actualmente católica, el resto son evangélicos…).
Sobre todas las construcciones religiosas destaca la enorme basílica de la
Catedral, en el parque central. Allí descansa el cuerpo de Rubén, custodiado
por el triste león, dicen que se encuentra en ese estado por su muerte, pero
más bien se encontrará triste por estar encerrado en ese templo religioso y
alejado de los cisnes, del vivo azul que pretendía borrar la oscuridad que tiñe
la vida del hombre letrado, de los lagos que navegaba en las barras de la
bohemia ciudad parisina. En la cúspide de la catedral se puede observar a cielo
abierto una gran panorámica de la ciudad, entre el blanco pureo de las cúpulas
que te hacen retroceder a tiempos de colonización y adoctrinamiento a sangre y
espada.



Tiempos
de esclavitud indígena, como la que sufrió Sutiava, una antigua comunidad
indígena (hoy convertida en un barrio más de León) que continúa reclamando los
derechos de su cultura nativa, sus tradiciones, su lengua, su identidad. Sutiava
era una gran porción de territorio que albergaba a uno de los caciques
importantes del país, el cacique Adiact, y que tras el terremoto y erupción del
Momotombo en 1610, que destruyó la ciudad de León Viejo, prestó el Este de su
territorio para asilar a la población colonial que había perdido todas sus
estructuras. El agradecimiento de los colonos de León fue tan elegante como
siempre ha demostrado el imperial estado español: invadió sus tierras, ahorcó
al cacique, esclavizó a la población, explotó las tierras hasta secarlas e
invadió la costa para construir puertos y lujosos ranchos a orillas del
Pacífico. Pese a ello, en esta comunidad se puede visitar un museo sobre la
cultura y la tradición indígena, decenas de murales alusivos a su continua
lucha y una iglesia en la que su interior dibujan símbolos indígenas como el
Sol entre dioses de túnica y aureola.










Volviendo
al parque central, visitamos el museo revolucionario. Hay que recordar que León
fue la primera gran ciudad liberada de la guerra civil revolucionaria de 1979
contra la tiranía somocista-yankee. En este museo contamos con la compañía de
Marcelo, un exguerrillero que con tan solo 16 años se enroló a las filas del
Frente Sandinista de Liberación Nacional y que con 17 comandaba una de las
columnas de la ciudad frente a la reaccionaria Guardia Nacional. Nos cuenta con
orgullo como Augusto Cesar Sandino y su ejército de hombres libres (de tan solo
30 hombres en sus inicios) acabó con más de 25.000 soldados estadounidenses,
como un leonés (el héroe Rigoberto López) disfrazado de mesero acabó con la
vida de uno de los Somoza, como los estudiantes y los trabajadores acudían
juntos a las huelgas generales masivas por las calles de la ciudad, como los
misiles caían sobre los tejados de caña y barro matando a mujeres y niños, como
la Guardia Nacional acababa sistemáticamente con los jóvenes de entre 15 y 30
años, como cuando recuperaron el cuartel que hoy hace de museo encontraron en
una sala de un metro cuadrado a 20 cadáveres asfixiados de militantes
sandinistas… y como tras dos guerras, las tropas del frente de León marcharon
el 18 de Julio hacia Managua para liberar la capital y el resto del país, a
grito de ¡Patria libre o morir! (cumplieron aquello que decían: Somoza y los
yankees nos la van a pagar).
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Prisión de 1m x 1m |
Por
último emprendemos la marcha hacia el Cerro Negro, un volcán de cenizas
volcánicas que ostenta el segundo puesto en el ranquin de volcanes más jóvenes
del continente americano. Un auténtico desierto negro de coladas de lava
volcánica y cenizas y rocas desprendidas por la violencia de las erupciones
volcánicas de la zona. Desde la cumbre se pueden observar hermosas panorámicas
del pacífico y la cordillera volcánica de los Maribios.
Una
semana después realizamos una de las experiencias más indescriptibles hasta el
momento. Con la colaboración del MARENA (Ministerio del Ambiente y de los
Recursos Naturales) y del equipo de la Reserva Natural de Chacocente,
emprendemos el proyecto de ayudar en el conteo y vigilancia de las puestas de
huevos de tortuga paslama (Lepidochelys olivacea)
en una de las 7 playas a lo largo del mundo que alberga este acontecimiento. La
escala de llegada de tortugas a la costa consta de tres categorías: solitarias
(menos de 500 tortugas), moderada (de 500 a 999 tortugas) y arribada masiva (más de
1000 tortugas). En nuestro caso, y coincidiendo con la fase lunar de cuarto
menguante (la fase lunar es un indicador de alta probabilidad para que entre
los meses de Julio y Enero se produzcan arribadas masivas) se produce la
primera arribada masiva de la temporada, y nuestro trabajo consiste en contar
las tortugas que desovan en la playa y vigilar la frondosa espalda de la playa
refugio del peor depredador de la tortuga, el hombre (son muchos los hueveros
que se acercan a la playa para robar los huevos y venderlos después en el
mercado negro). Pero gracias al gran trabajo del equipo del refugio
(íntegramente compuesto por habitantes de las comunidades que forman la
periferia de la Reserva) se ha conseguido que en esta zona la tortuga paslama
haya pasado de estar en peligro de extinción a estar catalogado como vulnerable
por la UICN, y que los datos de anidación que aportan a la ciencia sean de los
más fiables para el estudio y seguimiento de la población.

Con una sensación totalmente nueva encaramos la segunda fase
del proyecto, las pilas recargadas al máximo, y aunque dicen que las segundas
partes nunca son buenas, nosotros, tras saltar mil barreras y muros que nos han
construido en el camino, seguiremos creyendo en nosotros y en nuestro trabajo,
seguiremos luchando cada día frente a la marginación, seguiremos mirando (y
escupiendo) a los ojos a la burocracia y a la mercantilización de la empatía,
seguiremos sacando sonrisas de un papel en blanco, seguiremos escribiendo raps
combativos y poemas pesimistas, seguiremos brindando tras cada triunfo… sin
esperar nada a cambio, seguiremos dignificando al pobre.
“La
victoria tiene un precio elevado y triste: la alegría total. Por eso es
patrimonio de las generaciones futuras” Carlos Fonseca Amador.
Diriamba
22/08/14