Tras
leer el libro Viva Sandino, del
camarada Carlos Amador Fonseca, y divagar varias semanas sobre el contenido,
uno se da cuenta de que la victoria de “30 hombres vestidos con harapos” sobre
30000 soldados del mayor ejército potencialmente armado no fue casualidad, si
no consecuencia de un análisis certero de la realidad. Sandino logró la primera
épica victoria de los pueblos oprimidos sobre el imperialismo de los EEUU
gracias al uso de la guerra de guerrillas (y a otros factores, como la
organización sindical de los trabajadores de las plantaciones de café, de los
mineros…) en la zona montañosa del norte de Nicaragua.
Después de visitar esta zona, por segunda vez tras Matagalpa y Jinotega, pero más al
norte, lindando con el país hermano de Honduras comprendemos como los
guerrilleros, con el simple conocimiento del terreno partían con ventaja frente
a las hordas imperialistas norteamericanas. Estos guerrilleros conocían las
montañas de Nueva Segovia, Madriz, Matagalpa… como la palma de su mano, como
las hormigas conocen perfectamente el recorrido entre la comida y su hormiguero,
como el verdadero amante conoce todos y cada uno de los rincones de su amado o
amada.


Somoto
se encuentra en la parte norte del país, en el departamento de Madriz, en una
de las zonas montañosas más elevadas de Nicaragua, rodeado de vegetación abundante
y diferente a la del resto del territorio (paisaje dominado por pinos, y no por
enormes árboles tropicales), y por lo tanto rodeado de agua. A escasos 12km de
esta ciudad se encuentra el impresionante cañón de Somoto, una arquitectura
geológica digna del mismo Miguel Ángel, de los laberintos de Borges o de la
mente sin freno de Leonardo Da Vinci, pero realizada por la evolución. Siglos y
siglos de agua recorriendo el mismo trayecto, desgastando la roca como la
distancia desgasta al marinero sin musa en puerto, trazando un río flanqueado
por unas paredes de centenares de metros, conformando un dinámico fluir de
agua, como la vida con sus momentos más calmos en superficie (pero agitados en
el interior) y sus momentos de violencia explosiva en su parte visible (pero
conformando una superficie totalmente lisa y equilibrada en la superficie de
los sedimentos).

Como
la vida, es decir, como el amor, un fluir constante de pensamientos, un
dinámico nacer de acciones, un incesante sentir, que a veces te eleva en saltos
de 20 metros hacia las profundidades (con la confianza de que vas a caer
totalmente a salvo) y otras te tortura hasta ahogarte en el abismo del
laberinto.

Y como
dice el poeta, la vida son los ríos que van a parar al mar, el río que conforma
el cañón es el río Coco, el más largo de toda Centroamérica, el cual recorrió
el General junto a sus Hombres Libres en numerosas ocasiones, pasando
calamidades pero sustentados por el pueblo, hasta desembocar en el mar Caribe.
Esto hace que este río sea la mejor metáfora posible para los hombres y mujeres
que dieron su vida por la libertad, una larga vida hasta el mar. Larga, porque
a pesar de morir jóvenes en la mayoría de sus casos, esa muerte les hizo,
justamente, inmortales. Porque perduraron en la memoria de cada uno de los
jóvenes que décadas después volvieron a empuñar las armas para humillar de
nuevo al imperialismo, perduraron en cada huelga que paralizó la producción de
café, de ron o de minerales, perduraron en cada poema que el guerrillero
escribió en noches lluviosas bajo la tupida selva, perduró en las lágrimas de
la madre al ver caer a su hijo asesinado por la Guardia Nacional, perduró en
las notas de la guitarra que no sonaban si nadie las escuchaba.

Por todo esto, es por lo que la guerra de guerrillas, la de
liberación en las sierras de Nicaragua, Cuba, Bolivia…, la del agua moviendo y
moldeando por múltiples flancos la roca volcánica, la del poeta escribiendo
versos de madrugada para retrasar el último baile, la de la enamorada que carga
el peso de ser la viva imagen de la libertad… es la prueba definitiva y
conclusiva de que no hay REVOLUCIÓN que no esté MOVIDA por el AMOR.
Diriamba 05/10/2014