miércoles, 5 de noviembre de 2014

Recuerdos

“La idea y el recuerdo son lo más íntimo del hombre; donde nadie puede escrutar, ni pudo escrutar la inclemencia de la montaña, lo único que la naturaleza no puede transformar fácilmente. Uno alimenta los recuerdos y cuando se acuesta en la hamaca por la noche, acurruca los recuerdos, los saca un poquito más para fuera del cerebro, les da vuelta en la cabeza, los pasea un poco, tímidamente por los ojos, tal vez por la cara; pero yo nunca me la vi. Entonces saca a pasear el recuerdo y antes de dormirse lo devuelve al cerebro paulatinamente como un caracol que se encierra de nuevo, tus ideas las empezás a recoger otra vez, a lo mejor yo no sé si también el cuerpo, y empezás a encerrar de nuevo tus ideas, a recoger los recuerdos hasta que se cobijan y quedan quitecitos alojados en el cerebro… como descansando… y te dormís. Digamos que el único cordón umbilical, el único hilo que te queda con ese pasado o con ese presente que convirtió en pasado –eso lo recuerdo increíble-, es la idea, el recuerdo.”
Omar Cabezas, La montaña es algo más que una inmensa estepa verde.

Es increíble como una canción de rap, un libro o un dibujo puede despertar tanto sentimientos en una persona, tantos recuerdos que vienen a la cabeza de golpe, veranos que deseas que nunca acaben, conversaciones que te empequeñecen físicamente pero te hacen gigantes interiormente, lágrimas recorriendo fugazmente las mejillas como si cuanto antes caigan al suelo antes se olvidará su causa, sonrisas perenes que le ganan el pulso a dioses y se niegan a morir ante la historia. Es increíble como salen a pasear los recuerdos de rimas entre micros y altavoces de bajo presupuesto, de cervezas, asados y aguardientes bajo la Luna de nuestra patria, de sábanas ardientes como el infierno, de versos en pos de la más hermosa de las musas.
Parece que los recuerdos tocan a la puerta de la memoria, se limpian los pies mojados por la lluvia y el barro en la alfombra de la entrada y pasan al salón del presente, y te dicen que continúa ahí la felicidad de compartir plato con camarero, poeta, sufridor o princesa a pesar de que “a veces llegan heladas y no encuentras la forma de arrancarle al invierno la distancia”… continúa ahí la felicidad, pero acompañada por la nostalgia, la melancolía, la tristeza, esperando el postre de la última cena.

La grandeza es que ese postre solo lo puedes servir tú mismo, y tú decides si quieres que sea amargo como el olvido y el químico en la garganta o dulce como el recuerdo la fruta tropical. Tú decides…



Diriamba 04/11/2014

1 comentario:

  1. El buen lector se hace buen escritor porque sus inquietudes se van transformando al leer las palabras y las imágenes que aparecen en los libros. Eso te ocurre a ti, tus lecturas te abren nuevos caminos y te ayudan a avanzar en este largo viaje vital. Excelente texto. Te quiero.

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